lunes, 15 de diciembre de 2014

La manzana que no mordí.

Gracias. Solo puedo decir eso, sé que la vida muchas veces no es fácil, cada día lo compruebo más y mejor. Siempre he pensado que todo lo que hacía estaba bien, y que mis pensamientos era correctos y coherentes a mi forma de vida. Pero eso no es realmente así. Un golpe, fuerte. Sí, muy fuerte me he dado para darme cuenta que pienso que antepongo mi ser ante los demás, pero no, no es así, lo pongo ante los demás menos a tí. Sí tú, esa persona que has estado ahí, esperándome, queriéndome en la sombra. ¿Y yo? Yo aquí, sin hacer nada por tí. Solamente mirando y viendo como te alejas. Pensaba que lo hacía perfecto, echaba culpas al aire, a tí también te culpaba por errores que ni cometías. Avaricia, vagancia, rencor, orgullo, etc. pecados capitales que cometo a diario, pero el que más cometo es olvidarme de tí. No te valoré, me acostumbré a pensar que estarías ahí, que para qué cuidar algo que ya tienes si ya es tuyo, pensé. Pero he de decirlo, de gritalo, soltarlo: Me equivoqué. Lo siento, solo puedo decir eso. Lo he hecho mal lo sé, hice que tú te preocuparas por mí, que pensaras en mí, pero, por otro lado, yo no me lo decía a mi mismo, simplemente, pasaba. Fallos, errores, malentendidos eso ha calificado nuestra relación. Un mundo de baches y de oscuras partes que nunca conseguimos la felicidad plena. Nos engañabamos, nos perdíamos en la noche, pero siempre sin rumbo fijo. ¿Qué les pasan a los barcos a la deriba? fácil respuesta, se estrellan, adiós al mundo. Destrucción. Vivía en mi paraíso, en mi zona de confort, y tu mientras tanto, ahí fuera lidiando contra los vientos. Yo a salvo, y tu a la deriba. Eva mordió la manzada para salvar al hombre de la estupidez, ella quería saber más, vivir y no estar encerrada para siempre en el paraíso donde nunca nada pasa. Yo me equivoqué, no mordí de la manzana, no arriesgé, simplemente me quedé en mi paraíso, simplemente fuiste la manzana que no mordí. 

domingo, 20 de abril de 2014

Mi error

Uno, dos, tres... nunca llegaremos a poder contar todos los errores que hemos cometido en esta vida, está en nuestra naturaleza errar.  Dicen que nadie es perfecto y que, por consecuencia, muchas veces uno se equivoca. Un fallo lo tiene cualquiera, pero saber aceptarlo y pedir perdón hace que todo esté en equilibrio. Error, solución y arrepentimiento. Todo puede reducirse a dos palabras: lo siento. El ser humano es consciente de sus actos, por lo tanto hay que abstenerse a las consecuencias que traen consigo cada acción. No hay hecho más humano que el de pedir perdón,  y el acto más noble aceptar las disculpas. Las segundas oportunidades siempre no son como la anterior,  pero, muchas veces, merece la pena intentarlo,  ya que puedes descubir algo que nunca habrías conocido antes. Guarda tu orgullo, y sé persona humana, valora el esfuerzo del otro en volver a intentar ser mejor persona, si te falla otra vez, la lección no quedó aprendida y quizás sea mejor que la aprenda con otra persona. Nunca dejes de perdonar, porque si algún día esa persona fue importante es que algo tuyo guarda en su corazón.